Y para hacerme
entender
por
medios convencionales -que ahora encuentro tan primitivos- he de
primero suavizar lo que, por experiencia directa que deseo compartir,
ha cambiado mi forma de entender la vida; por eso he querido hacerlo
pasar por ficción, literatura comercial que exige dar al
lector lo que pide, lo que ya sabe, algo que no sorprenda ni alarme: la
trascendencia ha de ser evitada. Por eso he querido darle un barniz
humorístico, irrespetuoso.
Y no será
fácil. Aunque soy un profesional interesado en vender -es mi
medio de vida obtener un valor económico a cambio de exponer
desnudas ideas y vivencias-, mi intención, a pesar de todo,
es la arriba indicada, la de comunicar aquello que fue decisivo para mi
y que quizá puede serlo para alguien más:
Involuntariamente estoy implicado en lo que escribo, y no quiero
confundir ni engañar.
Por eso voy a usar
algunas
técnicas irregulares:
Unas
estéticamente
poco arriesgadas, convencionales; otras -entresacadas de mi diario, que
no existía hasta ahora-, pueden resultar extrañas
o pesadas, pero no quiero, no debo prescindir de lo aburrido, porque me
siento responsable, insisto, y no querría por doblegarme a
la estética privar de información a quien pudiera
extraerla cuando yo no he sabido ser suficientemente claro o expresivo.
(Aunque
intentaré
advertir cuando la historia derive en lo que pueden parecer
divagaciones fuera de contexto, para respetar en lo posible lo que
sería un argumento clásico: A juicio del lector
queda eludir tales reflexiones. He incluido un anexo explicando
cómo puede hacerse).
Tengo
además
necesidad de advertir que los personajes, situaciones y lugares
descritos están falseados intencionadamente por dos razones:
La primera,
relacionada
con el
natural pudor del autor, no precisa explicación adicional.
Naturalmente, no es mi diario real, que sólo está
dentro de mí. A nadie (ni siquiera a Eugène) se
lo mostraría.
La otra,
relacionada con
la
propia historia, con las situaciones geográficas y las
descripciones, falsifica a propósito algunos datos que
sólo serían revelados, como en la antigua
Alquimia, por la relación personal: no se pretenda exactitud.
Así que
las
descripciones no se ajustan a la realidad, aunque son y significan
datos.
Mi criterio ha
seguido la
misma
pauta a la que se ve abocado cualquier artista descriptivo -pintor,
escultor- cuando un elemento fácilmente localizable
–una construcción, un árbol, una
figura-, no se encuentra donde la composición lo pide, o no
tiene la forma precisa: le obliga a que se la reelabore, desplace o
falsee, situándola en su lugar ideal, variando su forma y su
textura hasta que adopta la Forma Arquetípica, que no es
menos real que aquella a que se ha visto relegada.
Aclarado esto,
permíteme lector, quizá superficial –no
me importa-, tratar de darte algunas pistas revelándote mi
situación actual que, aunque he de reconocerlo, no es la
más adecuada en cuanto a claridad de ideas, te
sitúen lo más cerca posible de mis vivencias.
Quizá
comprendas
finalmente, tras explicarte más detalles, por qué
he recurrido al alcohol, en última instancia, para
introducirme. Disculpa mi vaguedad: No es nada educativo, pero no he
podido evitarlo.
Trataré,
sin
embargo, de establecer algún orden haciendo uso de mis
desmañadas anotaciones: las tomo pensando en mi
profesión, pero eso no resta validez ni veracidad a los
apuntes. Y tras toda esta irregularidad, creo que lo mejor es,
lógicamente, empezar por el final:
(Y sin embargo, ya
estaba
escrito. Cortar y pegar...)
“Cuando
se alza
la
mano de la diosa: A su través se genera la Puerta.
Como el arco iris,
su
fluctuación es la prueba del acuerdo con los dioses.
No tiene color para
los
humanos, sus colores son el octavo y el noveno del Arco Iris:
Sólo un iniciado lo puede ver(...)
El iniciado puede
ver la
Puerta
y su dintel, y traspasar su Umbral.
El iniciado conoce
la
Marca: El
iniciado tiene la Marca.
El peligro acecha
al
profano:
Podría traspasar el umbral y perderse para siempre en los
Tiempos; El iniciado traspasa el Umbral y encuentra el Camino en el
Tiempo.
Las Claves para
encontrar
el
camino son gracia de la diosa.
La diosa se
llama...”
(Extraído
de
una
traducción libre de un texto sin título, dudoso
en cuanto a autoría y época; el origen se explica
posteriormente.)
Sobre la pantalla
de mi
procesador de textos parpadea:
...“falta
poco
para
el amanecer.
Antes de que asome
el
sol, tras
la noche más corta, en la línea del Lucero del
Alba, girar hasta enfrentarLa; cuando el Reloj marque la Hora; cuando
el reflejo de la Torre alcance su máxima
concentración: De entre la vegetación
llegará la luz invisible.
Cuando el
tamaño de
la Puerta sea el adecuado, cuando el borde oval sea tangente al
enlosado, avanza. No sentirás nada.
Tras el Umbral
serás
otro ente, otra persona, otro ser, con otros recuerdos y pensamientos,
otras intenciones, sin dejar de ser lo que eres, que es lo que
eras.”
Sobre la pantalla
del
portátil...
“... de
la
noche de
San Juan, corregir con el primer reflejo más allá
del punto, avanzar hacia la mano de la diosa, a la luz invisible,
tangente al piso.
Si estas preparado,
avanza
sin
miedo, no mires atrás, no te puedes perder.”
(¿Cuándo
anoté todo esto? Es coherente con el argumento;
irremediable. No se entiende la trama sin llegar a este punto, pero se
supone que yo inventaba: No recuerdo cuándo lo
escribí, ni qué significa; si lo
escribí o lo copié. Lo siguiente, me temo,
sí es mío, y sí recuerdo haberlo
tecleado).
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