Debería apoyarme un
poco más.
Marta es cruel cuando quiere;
sádica.
En silencio, me reprocha cosas
de las que no soy culpable. Sin opción a la
explicación.
Sin justificación,
por otro lado. ¡Qué más quisiera yo!
Ni siquiera intento aprovechar
la ineficacia de mis genes. Me acojona.
Es como si
formáramos un triángulo al que le faltara uno de
los lados, y por ahí se cuela todo.
La sensación es de
ausencia, la ausencia de algo o alguien que no existe. No como la
angustia existencial, que apenas me afecta, sino como algo concreto,
definido, con nombre y apellidos, pero en hueco: Como un molde
inútil, un vaciado en negativo...
No sé de
dónde procede esta idea tan absurda.
No tengo con quien compartirla.
El desencadenante ha sido, esta
mañana, el envío de Brigitte, sin duda.
Me gustaría
comentarlo con Marta, si eso no se hubiera convertido en imposible: No
saben hasta que punto nuestra incomunicación es absoluta.
Más allá de lo que aparentamos en
público, que ya es notable.
Ni siquiera ha querido dividir
en dos la cama de matrimonio. Su frialdad es tal, que la posibilidad de
contacto físico se ha vuelto nula.
Ni siquiera para asuntos
domésticos intercambiamos algo más que notas o
monosílabos.
Es injusto. No me siento
culpable de nada; si acaso, de aportar unas ilusiones abortadas antes
de ser expresadas.
Debiera coger una vacaciones,
desaparecer por un tiempo de este micro cosmos cerrado y absurdo, sin
sentido. Asomarme, aunque sólo sea como espectador, a otras
vidas, para asegurarme de que lo que me pasa no es la norma. Para
asomarme a la felicidad ajena y poder confirmar que la felicidad existe.
Existió, para
mí, durante un corto periodo.
Consistía en hacer
planes, con ella, que parecían posibles.
Pero ella levita ahora dentro
de una burbuja atormentada, ajena al mundo, y especialmente a mi sola
presencia.
Preferiría que me
abandonara. Que me dejara en ridículo ante el mundo, antes
que intentar soportar la presión.
¿Pero qué
puedo hacer yo?
Huir,
metafóricamente.
Huir de mí mismo, de
mis circunstancias.
Voy a aceptar, lo
sé, la oferta de asistir a ese congreso estúpido
sobre literatura supuestamente erótica.
En la costa. Al lado del mar...
Sé que ella ni lo
comentará. A tanto llega su control emocional. Se
fía de mi dependencia absoluta.
Lo intentaré, de todos
modos.
Siento como que se iniciara una nueva etapa en mi vida. Lo deseo, eso
sí es seguro.
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