Sereira: Brigitte

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CAPITULO III

Ángel

Soledad

Debería apoyarme un poco más.

Marta es cruel cuando quiere; sádica.

En silencio, me reprocha cosas de las que no soy culpable. Sin opción a la explicación.

Sin justificación, por otro lado. ¡Qué más quisiera yo!

Ni siquiera intento aprovechar la ineficacia de mis genes. Me acojona.

Es como si formáramos un triángulo al que le faltara uno de los lados, y por ahí se cuela todo.

La sensación es de ausencia, la ausencia de algo o alguien que no existe. No como la angustia existencial, que apenas me afecta, sino como algo concreto, definido, con nombre y apellidos, pero en hueco: Como un molde inútil, un vaciado en negativo...

No sé de dónde procede esta idea tan absurda.

No tengo con quien compartirla.

El desencadenante ha sido, esta mañana, el envío de Brigitte, sin duda.

Me gustaría comentarlo con Marta, si eso no se hubiera convertido en imposible: No saben hasta que punto nuestra incomunicación es absoluta. Más allá de lo que aparentamos en público, que ya es notable.

Ni siquiera ha querido dividir en dos la cama de matrimonio. Su frialdad es tal, que la posibilidad de contacto físico se ha vuelto nula.

Ni siquiera para asuntos domésticos intercambiamos algo más que notas o monosílabos.

Es injusto. No me siento culpable de nada; si acaso, de aportar unas ilusiones abortadas antes de ser expresadas.

Debiera coger una vacaciones, desaparecer por un tiempo de este micro cosmos cerrado y absurdo, sin sentido. Asomarme, aunque sólo sea como espectador, a otras vidas, para asegurarme de que lo que me pasa no es la norma. Para asomarme a la felicidad ajena y poder confirmar que la felicidad existe.

Existió, para mí, durante un corto periodo.

Consistía en hacer planes, con ella, que parecían posibles.

Pero ella levita ahora dentro de una burbuja atormentada, ajena al mundo, y especialmente a mi sola presencia.

Preferiría que me abandonara. Que me dejara en ridículo ante el mundo, antes que intentar soportar la presión.

¿Pero qué puedo hacer yo?

Huir, metafóricamente.

Huir de mí mismo, de mis circunstancias.

Voy a aceptar, lo sé, la oferta de asistir a ese congreso estúpido sobre literatura supuestamente erótica.

En la costa. Al lado del mar...

Sé que ella ni lo comentará. A tanto llega su control emocional. Se fía de mi dependencia absoluta.

Lo intentaré, de todos modos.

Siento como que se iniciara una nueva etapa en mi vida. Lo deseo, eso sí es seguro.

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