I
¿Por qué no estaba yo allí?¿O sí estaba?
Mis recuerdos son vagos, inconcretos, sin embargo empiezo a entender, tarde, algunas cosas importantes.
El control que ha ejercido Eugène sobre mí es la causa de
que yo no pudiera entender, de que no pudiera ver: El uso que ella -que
ellos- han hecho de mí, me ha mantenido a salvo relativamente,
pero también me ha mantenido ciego.
Ahora que ella ya no está, puedo contemplar con claridad el
teatro de operaciones y puedo pensar y actuar por mi cuenta; pero ahora
que ella ya no está, me importa un pimiento todo lo relacionado
con esta locura, con toda esta perversión impía.
El doctor está ilocalizable: Pero no quiero saber nada de
él, ya no me cae simpático, no cuenta con mi respeto
desde que ella ya no está. Nunca debió caerme bien.
No sé si quiero encontrar dentro de mí un motivo para
seguir en esta batalla absurda, ahora que ella ya no está...
Sin embargo, es ahora cuando lo veo todo con perspectiva.
Y vislumbro mi propia implicación, independiente de la de Eugène.
¿Por qué -admitiendo cómo ella me ha estado
manipulando- me siento incapaz de culpabilizarla de nada? ¿Por
qué me siento culpable de algo que no sé lo que es, si no
he hecho ni dejado de hacer nada importante, que yo sepa?
Ni siquiera me siento ridículo, ahora. No me avergüenzo de nada.
Finalmente me es dado entender la misión en la que me han estado
utilizando, mi misión, mi cualidad, mi “marca”:
Yo soy el catalizador.
El que ha de estar allí, sin hacer nada, sin intervenir en la
reacción química, la transformación química
motivada por sustancias que no se alteran en el curso de la
reacción. El cuerpo capaz de producir la transformación
catalítica.
Mila, ahora lo veo, lo entendía muy bien.
Eugène lo sabía, claro. Me buscó para ello. Mi
sola presencia atrae y provoca la reacción, pero mi
intervención debe ser evitada: no debo pensar por mi cuenta. Tan
sólo estar.
Mi intuición, que me lo reveló en su momento, estaba también cegada.
¿Queda algo más, dentro de mí, conmigo, que no esté a la vista? ¿O lo ha habido?
Ahora que ella ya no está para evitar que piense y saque mis
propias conclusiones, ¿debo hacerlo?¿Quiero hacerlo?
Lo único que me ha quedado es un dolor profundo, un profundo
vacío. ¿Se puede reconstruir algo desde esa
dolorosa nada?
La razón me inclina a abandonar, a huir (es mi naturaleza
más elemental), y tratar de olvidar. ¿Qué es lo
que me lo impide?
Todo se vuelven preguntas sin respuesta. Es como si, de nuevo, se tratara de algo o alguien externo.
Pero ella ya no está para influirme.
I a
Con la noche, con la oscuridad, retazos de recientes acontecimientos
vienen a atormentarme; de modo febril intento, enfrentándome a
la resaca, poner por escrito todo aquello que voy recordando, o
reconstruyendo, con intención de curarme heridas recién
abiertas o que yo creía ya cicatrizadas, más que con
objeto de transmitir mis sensaciones:
Me resulta muy difícil.
Aún sabiendo que lo que escribo no está destinado a ser
leído. Mis lagunas e incoherencias son tales, que la posibilidad
de que alguien leyera todo esto se me antoja arriesgada, porque yo
enviaría a visitar al psiquiatra a cualquiera que me pusiera
delante semejante colección de insensateces...
II
Sin embargo, al final, para mi sorpresa, mientras releía alguno
de los absurdos párrafos que había tratado de entrelazar,
con dudoso éxito -manipulando nervioso el olvidado
“tubo” entre mis dedos- tropecé con el mensaje
olvidado. Un mensaje de desesperada esperanza:
Los últimos apresurados consejos e informaciones de Mila, la Sirena...
II a
Como una revelación, una masa ingente de información
irrumpe en mi cabeza, rellenando huecos en mi memoria, ocupando
espacios vacíos, aparentemente inútiles, organizando
ideas y estructuras...
Mientras contemplaba escéptico mi relato incoherente, apretando
con nerviosa suavidad el Tubo, como un soplo mágico, la voz de
Mila, transmutada en sirena, pero indudablemente ella, me
explicó los cuándos, los cómos y los
porqués.
Ahora comprendo lo que se ocultaba tras los cuentos de sirenas que
Eugène, en la oscuridad, me contaba. También por
qué un suave y familiar cosquilleo asciende desde mi mano, que
sostiene el Tubo.
Ciertamente, no lo puedo dejar por escrito.
No sólo porque resulta complicado, ajeno al mundo en el que nos
movemos; existe además un necesario compromiso de silencio.
Existen mundos prohibidos a los insignificantes humanos.
En cualquier caso, y como soy consciente de la imposibilidad de romper
por escrito tales secretos, aún intencionadamente (ahora
comprendo que la forma críptica de escribir de los alquimistas
es simplemente necesaria, impuesta por la imposibilidad de transmitir
determinados conocimientos por medios humanos convencionales),
dejaré escrito todo lo que pueda sin parecer atacado por la
locura.
Intentaré al menos mantener una cierta coherencia, si ello resulta posible.
He de adelantar que no tengo acceso, ni lo tendré, al
conocimiento del futuro, y menos aún a la manipulación
del tiempo: He de conformarme con el humano devenir, y apoyarme en la
fe y la esperanza, como cualquier cristiano.
Por eso me encuentro ahora en la necesidad de tomar una decisión
de la que dependerá el decurso de los acontecimientos cercanos;
y he de hacerlo sólo, sin ayuda, si logro encontrar dentro de
mí un resto de valentía, o de insensatez.
Mi situación interior es crítica, llegada a un punto de inflexión.
El doctor Simón, ahora lo entiendo, no puede ayudarme.
No está.
De alguna forma, nunca estuvo: El doctor y Eugène son, de alguna
manera, una misma persona, forman parte de un mismo ser en un nivel
superior (eso explica algunas actitudes de Eugène que me
desconcertaban, como la anciana sabiduría que a menudo
demostraba, incongruente con su evidente juventud; pero eso antes no lo
podía ver, me estaba vedado imaginarlo siquiera). El doctor, en
el fondo, sólo ha existido en mi imaginación: Sólo
yo podía verlo. Lo he creado para justificar y resolver
situaciones que de otra forma serían absurdas.
No es tal como yo lo explico, me doy cuenta, pero no soy capaz de expresarlo de otro modo.
La Teoría de Supercuerdas, que implica doce dimensiones reales
(el dodecágono simbólico que el doctor parecía
querer descifrar), la escalera cuántica (la escalera de
Eugène...), las múltiples variaciones sobre diferentes
vibraciones que cambian el aspecto y el valor relativo de las cosas y
los seres según un ángulo de visión y una
frecuencia de resonancia del sub mundo que ocupan, no son sino
infantiles aproximaciones, aunque desvelan una parte de este conjunto
inexplicable para nuestra limitada capacidad mental; pero no alcanza a
expresar la simbiosis de seres que comparten mente pero coexisten
independientes en un mismo mundo, en un cruce inimaginable de tiempos y
espacios.
Lo cierto es que, lo sé, el doctor fue arrastrado por Sereira,
con ella, sea cual sea su destino actual en el tiempo y en el espacio.
O lo será de inmediato, no me cabe duda. Ya está su cara
borrándose de mi mente...
Al igual que Mila -creo que lo intuía, y ahora lo sabe- estaba
condenada a ser arrastrada por Hugo, por su otro yo, elegido o forzado,
como de hecho acabó sucediendo.
Como yo me veo ahora arrastrado por mi oscura sombra, mi otro yo traidor, causante de mi actual ruina:
Reconocí -creí reconocer- a Marta. Pero eso no era todo.
Las facciones que reconocí de Marta eran, a un tiempo, la
expresión y la mentalidad mezquina de Ángel, y a la vez,
lo intuyo, era, soy, yo mismo.
Yo mismo enredándome en mi confusa aventura.
No me sirve de nada saberlo; ni me justifica, ni me consuela.
Ni me siento suficientemente fuerte para rebelarme, para enfrentarme a
mí mismo: Sería un empeño, ahora lo sé,
inútil.
Sin embargo el conocimiento no cambia los hechos: Si bien no lo puedo
probar, siento que Eugène, Sereira, se sacrificó por
mí: Luchó por mí contra mi sombra interior.
Quiero pensar que la derrotó. Me lo sugiere la libertad que
siento dentro de mí. La libertad que me abruma ahora. La
posibilidad de decidir, que tenía limitada, atrofiada. La amarga
verdad os hará libres...
La responsabilidad que ahora no puedo eludir.
Su destino, el de Eugène, parece ahora depender de mí. De mis acciones u omisiones: Ahora sí.
El conocer sistemas, formas, teorías, detalles, no me va a
ayudar mucho sin embargo; ahora sé lo que tengo que hacer, por
otro lado.
Ahí permanece la posibilidad: el margen de seguridad que, sin explicaciones, se tomó el doctor:
Mañana, 24 de Junio, el solsticio de verano repetirá el
ciclo de la maquinaria cuyo arranque anticipado desencadenamos ayer.
Es mi segunda oportunidad.
Pero no me decido: Conozco mi debilidad, mi inconstancia, mi ignorancia, mayor cuanto más informado estoy...
Tengo unas horas para meditar. Pero no quiero pensar más.
Desearía que el tiempo corriera más deprisa.
Escribiré, que es lo único que sé hacer...
III
Mi intención era plasmar por escrito lo que hasta ahora he
podido ir averiguando, o me ha sido mostrado más bien, por ver
de clarificar mis ideas; no recuerdo que este sistema me haya dado
resultado nunca, pero al menos desahoga y ocupa el ocio inútil.
Pero ahora lo necesito para que me ayude a tomar una decisión que ya no se puede retrasar.
Trataré en la medida de lo posible de analizarlo desde un punto
de vista maniqueo, para facilitar la trama, aunque ya adivino que
será imposible.
(Nunca he pretendido, ni me apetece normalmente, dialogar con el
lector. Mi obligación profesional consiste en gran medida en
arrastrarlo, manipularlo, llevarlo donde yo quiero para que observe el
punto de vista que yo le muestro, y el lector ha de ser cómplice
de ello para que la historia inventada tome visos de realidad; ahora,
en cambio, necesito trasladar mis dudas, y, buscando ayuda, necesito
que el lector participe, se implique y aporte soluciones y puntos de
vista diferentes del mío. Trato de ser objetivo, imparcial, de
ofrecer hechos que me son incomprensibles, para obtener un feedback, un
retorno que me aporte la mejor salida. Pido consejo. Sé que es
irregular, pero nunca antes había yo penetrado en mis propias
novelas sino como narrador. El papel de protagonista me resulta
excesivamente duro. Mi editor sin duda estaría en desacuerdo con
estos planteamientos...).
III a
Sucede, sin embargo, que me siento responsable de que ciertas
informaciones y circunstancias alcancen a ser develadas, sean cuales
sean las consecuencias.
Y para hacerme entender por medios convencionales -que ahora encuentro
tan primitivos- he de primero suavizar lo que, por experiencia directa
que deseo compartir, ha cambiado mi forma de entender la vida.
Por eso he querido hacerlo pasar por ficción, literatura comercial (...)
IV
Evidentemente, todo esto está escrito antes de...¿Por
qué tengo esta sensación de déjà vu, de
eterno giro?: Porque, a pesar de todo, soy consciente de que el
presente, el pasado y el futuro se mezclan sin posibilidad de
separarlos en mi mente, que temo irreversiblemente dañada.
Pero esto ya estaba escrito...
IV a
“La sensación buscada, de incógnito, impersonal, ha
sido claramente superada por la realidad: No solamente no he pasado
desapercibido, sino que me he integrado involuntariamente en una trama
que enlaza, aún no sé cómo, con la vida interior y
anterior de Aranjuez, el pueblo provinciano donde intenté
ocultarme para escribir, ajeno a mi mundo particular, neutro.
Ahora por el contrario estoy perfectamente definido como participante
en una guerra en la que no creo, en un bando que yo no he elegido, ni
comprendo.
Tengo por primera vez implacables oponentes que no he buscado ni me
producen rechazo visceral, como debiera hacerlo un enemigo: Contra mi
voluntad, he participado en alguna refriega que, por pura chiripa, se
ha inclinado a mi favor. Un enfrentamiento ni deseado ni sospechado.
Y sin embargo, no queda mucho más que indiferencia y escepticismo por mi parte.
Aunque he de admitir que esto último no es cierto en la medida
en que mi implicación sí es fuertemente emocional,
personalizada en Eugène.
Pero estoy casi convencido por mi razón de que ella tan
sólo me utiliza para sus fines. A no ser que entienda sus
abandonos nocturnos como algo más que un placer mecánico,
al que siempre pareció muy dispuesta, por otro lado”.
“Yo sé que actualmente, si desapareciera de mi vida,
sería como arrancarme algo más que la mitad de mí
mismo.
No estoy seguro de si el sentimiento es recíproco. Pero no me
atrevo a plantear el asunto directamente: Sería ponerme,
aún más, en sus manos, y prefiero hacer una mínima
reserva para usarla cuando sea menester, situación que espero
que tarde.”
Pero todo esto ya estaba escrito, (cortar y pegar,... revisar más notas...).
|