Empiezo a comprender a
Eugène, fuera quien fuera.
No sólo dejaba
constancia de su evolución para que
“alguien” en el futuro pudiera atar cabos, sino
también por una necesidad interior igual a la que me impulsa
a mí en este momento.
Trataré de ordenar
mis conclusiones, de forma que sean comprensibles, dentro de la
dificultad de hablar de temas que se me escapan intelectualmente; si no
es que en el fondo son pura fantasía de mentes desquiciadas.
Por varios caminos, directos e
indirectos, Eugène, la autora –la trato con cierta
familiaridad después de hundirme en las páginas
de su diario- pareció estar dedicada a la Alquimia,
algún tipo de Alquimia Filosófica, bajo la
tutoría de un Maestro,… que dice ser Fulcanelli.
(Una historia muy dudosa
ésta del personaje que se me presenta como Fulcanelli, o
insinúa hablar en su representación, pero que
aparcaré hasta poder situarla en su verdadero contexto, o
hasta disponer de más datos fiables; un Maestro
debió existir en cualquier caso, eso es claro…)
El objetivo del aprendizaje de
la Alquimia se contempla en el diario como una etapa previa a una
Iniciación de mayor alcance.
La Alquimia de que estamos
hablando es fundamentalmente una ciencia de tipo introspectivo, donde
se realizan ciertos experimentos, que se aproximan remotamente a la
química, con el objeto de ordenar la persona interior,
mediante repetición de operaciones conocidas.
Al lograrse cada objetivo
físico, se obtiene otro nivel superior en la escala
espiritual.
Como en la Alquimia
clásica, los textos, las explicaciones, los mismos objetos
que parecen nombrarse con claridad, son sin embargo oscuras
metáforas en confusión con actividades reales y
sensaciones subjetivas.
En cuanto a la subjetividad de
determinados estados…
En parte creo entender de
qué se trata, aunque no lo garantiza el hecho de que, en
definitiva, yo no conozco, o no he logrado captar, el contexto global
donde se sitúan estas experiencias que trascienden a lo
físico.
Comprendo perfectamente
–aún cuando dude de su realidad, por falta de la
experiencia directa- párrafos como:
“… una vez
alcanzado el nivel mental adecuado, en un salto brusco, la parte del
cerebro que gestiona la comunicación telepática
se pone en funcionamiento de golpe, y como un todo. Establecido el
camino de comunicación mediante puentes neuronales, ya no es
posible perderlo, y funciona como un sentido más
añadido a los que usamos en el mundo tridimensional, aunque
claramente escapa de él, porque amplia la visión
de un mundo que de pronto se vuelve limitado, encerrado en conceptos
incompletos.
La telepatía no es
sólo posibilidad de comunicación sin habla, sino
capacidad de comprensión, de forma inmediata, de ideas que a
menudo no tienen expresión oral.”
Admitiendo que exista tal
capacidad, y todo apunta a que sí, se puede creer que
Eugène realmente lo controlaba, porque es una mentira sin
sentido tratar de convencerse a uno mismo de que se posee una cualidad
de esas características. Para engañar
¿a quién?, además.
Sin embargo, al referirnos al
proceso a través del cual se alcanza ese estado, la
cuestión no está tan clara.
Está claro que no
tenía interés en que Juan conociera, ni por
asomo, esos sistemas,
Por más que le
introdujo en la práctica –podemos pensar que
indujo exteriormente las conexiones neuronales precisas- tuvo mucho
cuidado de que Juan no comprendiera nada sobre tal mecanismo.
De hecho, al parecer la
intención –o las instrucciones que siguiera- de
Eugène era que Juan actuara, si bien manipulado
emocionalmente, con una cierta autonomía que condujera a
situaciones previstas. Y una condición para que todo
funcionara así era su desconocimiento casi absoluto de los
factores, sistemas y conocimientos que se estaban poniendo en juego.
Mila, la otra sereira,
colaboraba con soltura a que Juan permaneciera en la ignorancia.
La tapadera, en ambos casos, eran factores emocionales.
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