The hand of the Goddes:  Sereira.

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I


From the periphery.

It happens, however, that I feel the responsibility of doing to know some details and circumstances reaches to be uncovered.

Lo cierto es que ella trasladó sin dificultad mi centro de control unos palmos  hacia abajo a la primera sonrisa.

Mi atención estaba fijada, y con dificultad intenté apartar la vista de aquellos  senos, evidentes, de aquellos muslos firmes y apetitosos, por no agravar más aún  una situación que empezó a resultarme incómoda. Recuerdo, o me recuerdan, que mi  boca balbucía sin sentido, en forma ridícula; ésto último parecía satisfacerle  especialmente.

Pronto dejó de preocuparme la vista: ya no era útil a esa distancia que tendía a la  nada.

Mientras, ella no paraba de hablar, interrumpiéndose allá donde suponía  respuestas, por mi lado peregrinas, breves o inexistentes; necesariamente, y sus  ojos pícaros me lo iban radiando por etapas, ella percibía el aumento de mi  interés, primario, notorio, visible. Mis pensamientos consistían en  reconstrucciones imaginarias de aquello mismo que presionaba y se regodeaba sobre  mi sexo, aumentando mi verguenza, rodeándola, protegida de miradas indiscretas tras  aquellos dos pilares acogedores.

Mi cara, presa del ardor que bajaba desde mi frente y se concentraba en mis  pómulos, resultaba patética y chistosa; un leve escalofrío recorrió mi espalda al  imaginar la posibilidad de tener que salir del local desprotegido, fuera de aquel  refugio provisional de mis más íntimas apetencias, ante la mirada divertida y  cómplice de todo el aforo.

Ella debió notarlo, porque durante un instante se echó hacia atrás, provocándome un inmediato sudor frío, ante la ausencia de calor allí donde poco antes era más  intenso.

Pero sus movimientos parecían guiarse por la presunta conversación que manteníamos, obligada a gesticular, avanzar y retorceder en un espacio cada vez más reducido.

Entonces, dejé de escucharla, de pronto. Volví a enfocar mi visión, tropezando con sus ojos, divertidos y húmedos.

Me había preguntado algo que requería respuesta concreta.

- Este,... sí,... claro,...

Balbucí de nuevo.

Desde entonces, y hasta dentro de dos años, todos los meses recuerdo la cita.

Y disfruto de una magnífica enciclopedia de cuarenta y tres tomos, apoyada por una colección de cintas de video que atesoro en un armario.

Y un "Cdrom" de demostración que no sé lo que demuestra, por falta de parafernalia.

Quizá debiera averiguar algo más sobre en qué consiste la demostración en cuestión ...


J. Sereira / Elturiferario. Abril de 2007.


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J. Sereira / Elturiferario. Textos.
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II

Sin título 01.

La Historia se repite, pero la historia está escrita en el destino.

Vino de la nada virtual, se instaló en mi ordenador, y empezó a manipular mis programas, mis bases de datos, mis registros, mis recuerdos.

Me maltrató y martirizó hasta la extenuación; yo sufría.

Un desaprensivo me aconsejó instalar un antivirus potente.

Se marchó por donde vino; no nos despedimos.

Ahora estoy sólo. (Ya no sufro).

Jamás volveré a pedir consejo a amigos desaprensivos.

J. Sereira / Elturiferario. Abril de 2007.

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J. Sereira / Elturiferario. Textos.
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III

Solve et coagula.


Cuando la luna vaya a entrar en cuarto creciente, prepara tu matraz, el alto.

El día exacto lo conocerás esa mañana.

Mientras recoges las amarillas flores de la manzanilla, delicadamente, como cada mañana, un instante después de que los primeros rayos del sol las despierten, y antes de que se evapore el rocío, que les da valor.

Fíjate entonces en la primera abeja que inicia su jornada, persíguela, a través del camino que ya debes conocer de memoria, que debes poder realizar a ciegas, y observa su llegada a las matas de romero.

Observa cómo se aproxima, cómo en círculos va seleccionando su primer objetivo alrededor de los leñosos tallos, sobre los ramilletes de flores.

Observa cómo en su vuelo avanza y retrocede, dando siempre la cara al cogollo de la planta, donde se acumulan la mayoría de sus diminutas flores; mira y comprende cómo el aéreo círculo irregular se resuelve en espiral.

Desde tu punto de vista, que ya tendrás seleccionado, ve contando los círculos de la espiral, cada vez que en su giro la abeja madrugadora lo marca con un brusco retroceso.

Justo en la séptima vuelta, en la séptima pasada, en el séptimo retroceso, empieza a contar las puntas de la estrella, porque la abeja con su vuelo dibuja en el aire una estrella regular.

Cuenta rápido, y asegúrate de que lo haces bien; es sólo una vez en el mes lunar que la abeja adelanta y retrocede doce veces, es decir forma en el aire la estrella de doce puntas, por los doce signos.

No olvides recoger y atesorar tus flores de manzanilla, pero apresúrate.

Esa misma mañana has de ponerte en marcha para que por la noche, bajo los débiles rayos cruzados de las apenas visibles puntas de la luna creciente, iniciar la mezcla de sólido y líquido (y gaseoso, por los gases que las puntas de la luna hacen llegar curvos a la decocción).

Ten dispuesta la leña, en abundancia, porque el fuego lento no puede cesar, ni tener altibajos, ni excederse ni faltar.

Ten lista la galena, argentífera galena hecha negro polvo en el almirez; polvo fino, del que atraviesa un cedazo de lino fino.

Muele las higas de azabache, en trozos visibles, quebradizos.

El agua de lluvia recogida en mayo ha debido tener ya su justa ración de luna; sobre el espejo que ha de formarse en la superficie del recipiente vidriado, puedes, como prueba, contemplar tu rostro, ojeroso por nictálope, de pupilas afiebradas…

Sonríete.

El agua turbia se decantó, y una fina capa de flexible agua plateada por la luna, sobre el fondo de azogue, mostrara tu imagen, cansada pero limpia.

Prepara el papel impermeable para recoger esa fina capa.

Y muy lentamente, sin enturbiar el agua, retírala toda, toda la fina lámina, sin dejar nada, y guárdala en una redoma transparente de cristal de roca: Es tu imagen, que podrás recuperar en un futuro, libre ya de insomnio y de cansancio por la pesada carga de los días, durmiente en el fondo del cristal.

Después, cuando toda tu imagen esté a buen recaudo, sin mover la superficie, para que las impurezas decantadas permanezcan en el fondo, con cuidado, permite que la parte más limpia y pura, la superior, penetre lentamente en tu pequeña pipeta; unas pocas gotas de agua de lluvia destilada, y bendecida por la luna, bastarán.

Pero no toques el agua, no permitas que ese líquido puro y transparente se pueda ver contaminado por tus propios efluvios, aún imperfectos, impuros.

Sabes lo que te costo depurar hasta el límite esa pequeña pipeta que habías guardado como oro en paño para esta ocasión.

Cuando esté todo listo, espera, descansa un poco, no está de más un corto sueño, pues la noche será larga y tediosa.

Prepárate y repite para ti mismo:

.... solve et coagula.


J. Sereira / Elturiferario. Julio de 2007.

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IV

Números arábigos.


Lo que pasó fue que, al verla en el espejo, me pareció zurda...

Y no pude apreciarlo en el texto, porque en árabe se escribe de derecha a 
izquierda, pero mi lectura es automática.

Su estrabismo, en cualquier caso,es delicioso...

Todo, menos la simetría, es bello.


J. Sereira / Elturiferario. Julio de 2007.

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V

Apariencias I.

(Silvia.)

Vosotras ignorais por qué tiene mala fama la fuente Salmacis, y por qué sus aguas hacen a los hombres afeminados y blandos ().

- Te agradezco que hayas querido venir esta tarde. Sé que tienes clase de Francés...

- El Francés lo llevo muy bien. Esa bruja sabe menos que yo, aunque nunca lo confesaría.

- No tienes aspecto de buena estudiante.
Silvia sonrió, creo que complacida.

- ¿No?. Mi madre es francesa, mi segundo apellido es Bidart, y todos los veranos pasamos por lo menos un mes en la casa de unos amigos, en Fontainebleau, cerca de París.

- ¿Conoces a Patricia Highsmith?.

-¿A quién?. Ah, ya sé de que hablas. No me gusta mucho leer; solo leo lo que me obligan. Y la literatura americana me aburre.

- ¿Poe?, ¿Salinger?...

Ella frunció el ceño, levantó la cabeza, y enfrentó mi mirada.

- Me habían dicho que eras un chico raro. Lees mucho ¿no?. Pero no hemos quedado para hablar de literatura. Por cierto que yo no incluyo a Poe entre los americanos ...

- ¿No?. Puede que lleves razón - sonreí, antes de volver mi mirada al tablero de la mesa - en las dos cosas.

- En las tres. ¿Eres un chico raro?.

- Me alegro que me hagas esa pregunta - traté de bromear, alzando de nuevo la vista.

Encontré una sonrisa pícara y comprensiva, que me animó a continuar. - Sí, parece ser. Eres la segunda persona que me lo dice a la cara. La gente define como raro lo que no entiende. Y tiende a reirse de la situación. Pero yo estoy acostumbrado a esa risa. La admito sin discutir, y a otra cosa.

- ¿No te molesta?.

- Lo admito en la medida en que comprendo que la gente normal no quiere preocupaciones añadidas a las suyas habituales. Y les resulta más fácil pensar que soy raro, antes que intentar comprenderme. Intuyen que les puedo meter en problemas, y se evaden. Pero tampoco se atreven a evitarme, por que algunas veces soy útil. Así que zanjan la cuestión clasificándome como "raro", sonríen evidenciando que no han entendido nada, pero que no les interesa entender, y, con algún comentario presuntamente gracioso, cambian de tema ...

Aquí me detuve, consciente de haber hablado demasiado, volví a afrontar su mirada, y sólo detecté atención. Paré, sin embargo, de hablar. ¿Por qué me estaba confesando a una desconocida, cuyos intereses no conocía?. Y, como tantas otras veces, podía arrepentirme después. (El comentario sobre Poe no era de alguien poco habituado a leer). Así que Silvia se vió obligada a continuar, porque vió en mi cara formarse preguntas que ella no quería responder, todavía ...

- Marta me ha hablado de tí.

-¿Sí?. ¿Y que ha dicho?.

- Marta es una amiga a la que quiero mucho. Y no me gustaría verla en un problema que no pudiera resolver. Es una chica muy sensible.

- ¿No te fías de mí?.

Por supuesto, Silvia no respondió a la pregunta. Sólo incrementó su atención, tratando de buscar respuestas en mis ojos. Sostuve su mirada un momento, serio en exceso. Pensé que ella no veía nada en mis ojos. Bajé la cabeza, recordé el Whisky, que ya había fundido demasiado hielo; me pegué un trago demasiado largo, para recuperar tiempo ..., en el movimiento brusco, me fijé en que su refresco, sin hielo, aún estaba sin tocar.

- Bebes muy rápido - dijo ella.

- Sí.

Devolví la pelota, con la esperanza de encontrar otro terreno que me fuera más favorable. Ella comprendió, por mi cambio de fisonomía, que no era un tema que quisiera tratar.

- Te tomas las cosas muy en serio -comentó.

- Tú también. Otra chica estaría comentando con su amiga, entre risitas complices ...

- Te he dicho que quiero mucho a Marta - Se puso seria por primera vez.

Sorprendido por su tono, y por su actitud repentina, dejé el vaso, que hasta ahora no había dejado de sujetar con la mano en ningún momento, alejándolo un trecho, crucé los brazos sobre la mesa, y empezé a calibrar la situación.

Tenía delante a una muchacha, presumiblemente de la misma edad que Marta, rubia de pelo, de ojos claros, con facciones correctas, tirando a la simpatía más que a la perfección clásica; ahora indicando una seriedad que no debía serle habitual.

Notas: No enitendo porqué me atrae Marta, en lugar de Silvia.

Parece que me resultaría fácil, y a demás se parece más a lo que yo imagino que quiero.

Me extraña su interés; me resulta sospechoso, las mujeres no actúan así.

Me insinúa que Marta tiene algún tipo de problema, y eso explica algo la situación.

Me propone alguna forma de establecer un contacto más sólido.

¿Cómo se estableció el primer contacto?. Evidentemente, tuvo que ser ella ...

El Turiferario

J. Sereira / Elturiferario. Abril de 2007.

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VI

Apariencias II.


Para mí es fácil hablar de Marta.
Basta conocerla para que te acuda a la imaginación todo lo dulce, delicado y bueno que recuerdas. Para ello, por supuesto, el concimiento no puede ser superficial, ni escaso, sino profundo y largo en el tiempo.

Como no podía ser de otra manera, dadas las circunstancias.
Por ello, un primer contacto visual no aporta nada especial o llamativo, más allá de lo habitual.

Habilidades femeninas:
El peinado, en rizos negros, hábilmente distribuídos, y un leve maquillaje te conducen, sin solución de continuidad, a unos ojos grandes, oscuros y húmedos, marcados con naturalidad; expresan bondad y comprensión, y apuntan una sospechada timidez. ¿Sospechada o sospechosa?.

Esto último porque, si has logrado enfrentar su cara, por primera vez, sin duda ha sido de modo fugaz, provocando una inmediata huida, que te mostrará una nuca descubierta, en claro contraste con el pelo negro, recogido aquí, con algún sencillo adorno, perfectamente conformada y expuesta; rematada por la sabia elección del color del vestido que enmarca aquella extraña delicia.

Marcando, sin embargo, de alguna forma las distancias con la también femenina y natural coquetería, ya que el movimiento automático que provoca esta visión inclina a pensar en rechazo o desdén, más que en despertar el interés mediante el inicio del eterno juego calculado de la seducción.

Casualmente, debido a este extraño comportamiento en una fémina, que en otra ocasión hubiera precipitado mi desinterés natural, le dediqué especial atención a Marta el primer día; antes de ampliar los motivos.

(Por supuesto, con la complicidad de Silvia. Más tarde hablaré de Sivia ...)

Un sentimiento de solidaridad, ante lo que yo quería imaginar como sendas fugas descaradas con motivaciones similares, me hizo buscar, intuitivamente, la simpatía, si no la ayuda, de quien podría comprender y compartir problemas de origen interno.

Entonces yo tenía aún en la cabeza una experiencia que me impresionó de modo notable, allí donde el inconsciente nos juega malas pasadas, eludiendo todo intento de acercamiento a los motivos últimos que nos pudieran aportar una solución, o al menos el desmenuzamiento racional de una cuestión que de pronto se nos aparece como de importancia vital.

Se puede contar, y de hecho ya lo había comentado, en tono chusco, de aquella forma en que, a través del chiste, pretendemos librarnos de nuestros miedos interiores, para que se hagan menos apabullantes al ser compartidos.

Y claro, según como se cuente, puede resultar muy chistoso.

Era una confesión destinada a quitar hierro a la situación, que me había descolocado las entrañas, previniendo que, en alguna forma, pudiera ser apreciada en su justa realidad, pero a traición.

Ofertando mi posición como ridícula, evitaba la posible sospecha de que hubiera algo más interesante bajo aquel chascarrillo de entreclases.

E impidiéndome mi orgullo que se pudiera ni siquiera imaginar que daba pruebas de debilidad.

Mi obsesión oculta.

Porque no eran esos mis sentimientos.

Había acudido recientemente a un cursillo sobre técnica en pintura, donde la sucesión de diapositivas, perfectamente documentadas y explicadas, no hacían olvidar sin embargo el calor que se abatía sobre el local, inadecuado a todas luces.

En cualquier caso, el tema me interesaba, en líneas generales, lo suficiente como para no prestar atención a detalles de forma; más siéndome conocidos, y compartiendo, los motivos que existían para que ésto fuera así.

Por otro lado, era consciente de asistir a un cursillo en que tanto la temática y su enfoque como su director y autor podían ser irrepetibles, a la par que
interesantes.

De pronto, al cambiar la diapositiva, una ampliación rompió mi cadena de pensamientos, que, debo confesar, por mor del calor, y de la densidad de la información acumulada a que el tiempo obligaba, empezaba a situarse lejos del objetivo central que nos reunía.

Me pasa a menudo, y como renuncié interiormente a racionalizarlo, me hundo morbosamente en cambio, cada vez, en cuerpo y alma, sin pensar en las consecuencias, a fondo:

Me acababa de enamorar de la nuca que, correspondiendo a un cuadro que no viene al caso recordar, el orador nos mostraba como una maravilla de la técnica del pintor en estudio. Otra más.

Yo no escuchaba ya, absorto en esa sensación, no por conocida menos profunda, que me invadía cada vez que el amor me golpea a traición; entre la oscuridad y el silencio general, perdí el hilo del discurso profesional durante un tiempo larguísimo
que me facilitaba la contemplación.

De pronto, cambió la diapositiva, para mostrar ampliado el detalle.

Los elogios del ponente sobre la genial resolución del artista para provocar el efecto visual no me llegaron en modo alguno.

En cambio, una profunda sorpresa, pena y luego nausea, me invadieron de pronto.

Faltó poco para que abandonara la sala, a pesar de ser ésto prácticamente imposible, pues hubiera tenido que atropellar a toda la asistencia, o descubrir para la humanidad un método de vuelo sin tecnología ninguna, que me permitiera salvar la distancia hasta la puerta de salida, al otro extremo de la improvisada aula.

Descartada la apetecida salida, arrastré mi recién adquirida depresión hasta el final de la clase, aprovechando el retorno de la iluminación para, atropellando, ahora sí, a toda la concurrencia, desaparecer, poniendo cara de prisa, y mirando, sin
ver, la hora en el reloj, para justificarme, y por no cruzar la mirada con alguien que hubiera podido adivinar ...

Pero, he de confesarlo, quien me conoce ya está acostumbrado a esta clase de desapariciones mías; y yo, por mi parte, abuso de esa costumbre, eludiendo también por norma cualquier explicación.

Por lo que tampoco sé como son recibidas, pero no es una de mis preocupaciones más importantes, realmente.

Todos tenemos nuestras rarezas, y, de cara al público, es preferible que éstas sean notables, para no hacer pensar en otras peores o inconfesables.

Y confío en que la cosa se vea de esta manera.

(...)

Es un manuscrito del XVIII (?) donde se explica la historia de una cabeza de Harpía de las que hay en el jardín. Lo tenía en casa Marta, heredado.

Su cara, su perfil y su expresión coinciden con la de la estatua, la esfinge.

Por cierto que Marta es una buena persona.

(...)

Monstruos alados de la mitología griega con cara de mujer y cuerpo de ave de rapiña; las describe Virgilio en la Eneida arrebatando el alimento a los compañeros de Eneas y ensuciando todo lo que tocan.
(...)

Ahora puedo, sin rubor, afirmar que, aún suponiéndole unas alas, espirituales, o sin ellas, no he descubierto restos de plumaje de ningún tipo, ni siquiera acudiendo a los rincones más íntimos u ocultos de su anatomía.

Y, en otros aspectos, nunca me he sentido más limpio, interiormente.

El Turiferario


J. Sereira / Elturiferario. Mayo de 2007.

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VII

Digresión I.

La nuca de Mila, el inicio de la espalda de Ginger, ¿están hechos de carne mórbida y sangre abundante y sana, o del óleo, química también, de Velázquez en la "hilandera" que nos da la espalda en la fábula de Arachne?

¿O de tinta?

¿Oculta su cara porque es una parca disfrazada de mujer, o es una mujer que se quiere hacer pasar por parca?

¿Dónde radica su doble naturaleza?

Del cuadro no podemos concluir nada al respecto, porque el olor es el del barniz y la pulcritud.

Ginger huele a tinta, a papel reciente o usado.

Las feromonas de Mila son más elocuentes. A pesar de su empeño en ocultarlas bajo una generosa capa de perfume.

Me resisto a pensar que Mila sea una parca, ahora.

Ginger, en cambio...

J. Sereira / Elturiferario. Junio de 2007.

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VIII

Tuve un sueño.

No lo anoté, pero lo recuerdo con claridad, como secuencias ordenadas y vívidas, inconfundibles, aunque absurdas.

Lo anoto ahora, aunque sé que al tratar de darle coherencia, falsearé algo.

Será difícil encontrar coherencia, sin embargo.

Lo que recuerdo como principio: Bajo el agua, el mar, a gran profundidad.

El agua no es azul, ni verde, sino de un tono rojizo apagado.

Nado acompañada de sirenas; dos.

Sé que son sirenas, pero sin imagen, sin descripción que pueda aportar; no hay rastro en mi mente de su forma, pero sé que lo son.

Distingo diferentes caracteres personales en ellas.

Me hablaban en un lenguaje que yo entendía, pero que ya no recuerdo. Me estaban contando una historia, una serie de sucesos que yo debía conocer.

Sus formas translúcidas me inspiran confianza y simpatía.

Al dar por terminado el relato, me guían y acompañan hacia las profundidades abisales, donde un vórtice anaranjado, en continuo giro absorbente, tras su despedida, me arrastra hasta depositarme sobre mi cama, donde lógicamente desperté.

Tenían nombres, que no recuerdo, pero que de alguna forma me resultaban conocidos.

Al despertar, tuve la convicción de que lo que me explicaron era importante, aunque no recuerde el más mínimo detalle.

Puedo anotarlo como un sueño absurdo más.

Tenía el tubo agarrado sobre mis pechos. Mientras lo tuve, la sensación fue de realidad.

Al devolverlo a la mesilla, al salir a la calle hacia la universidad, el sueño va derivando en fantasía para estudio de un psicólogo.

J. Sereira / Elturiferario. Junio de 2007.

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IX

Camino de Santiago.


Sombras y gozos,
se asoman despacito,
se notan como espuma efervescente,
de playa,
los pies que nota el agua...

Si la luna lo quiere,
en ondas se dibuja el camino de estrellas,
del paso al trote,
corta el viento, y la nave,
encuentra el horizonte en la mirada,
galopa sobre el agua en el camino,
bordeado de hogueras de verano,
y rinde al alba,
palabras que quedaron,
de una lengua,
que perdura pagana...


J. Sereira / Elturiferario. Junio de 2010.

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